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“Si hablásemos en lenguaje transparente, hablaríamos de engañar, que se entiende más claro; aunque probablemente volveríamos a suavizar la expresión diciendo "me siento engañado" en vez de "me has engañado"; en efecto, usamos el término decepción cuando se trata de expectativas, de promesas insinuadas, no de promesas hechas.
Decipio, decipere, deceptum es el verbo latino a partir del cual hemos formado primero el sustantivo decepción, y derivándolo de él, el verbo decepcionar, que lógicamente toma su significado de la palabra decepción. Plauto lo usa con el valor de sorprender, coger de improviso; Cicerón, con el de engañar, burlar, embaucar. Decipere exspectationes (Cic.) es dar plantón, hacer esperar inútilmente, engañar la espera (no las expectativas); decipere custodiam es burlar la vigilancia, es decir engañar a los vigilantes. Ovidio y Horacio lo usan ya con el valor de decepcionar, frustrar, etc. Pero la estructura formal del verbo es aún más dura, porque en rigor el prefijo de (con valor de extracción, separación) más el verbo capio, capere, captum (coger, arrebatar, capturar, apoderarse de algo...), nos da algo así como robar, usurpar, etc. Y curiosamente el sustantivo decepción no existe en latín clásico. Justo empieza a aparecer con San Agustín, cuando se derrumba el imperio.
La decepción, cuanto más adelante va (…), más fuerte y acongojante es la sensación de que no se trata sólo de un sentimiento, que para que esa sensación sea tan vívida, se necesita además que alguien tenga voluntad de engañarte, que haya alguien alimentando sin cesar esa sensación”
Para mí, lo peor de ser decepcionada, es la sensación de que viviste una mentira. Esa persona o esas personas que te decepcionaron mostraron algo de sí que ocultaba su ser todo, que ponía fuera de foco lo que realmente era, lo maquillaban. ¡Cuánta gente anda por ahí pintarrajeada esperando que le crean que es algo que no lo es! Tampoco lo considero maldad, descreo que ese sentimiento exista en sí mismo. Creo que es inseguridad, porque no es fácil mostrar sus miserias, menos ante gente que no se conoce y por alguna razón se intenta caer bien. Y cuando ya existe cierta “confianza” ya es muy tarde para revelar la verdad… pero lo cierto es que la verdad se revela sola, tarde o temprano, y el maquillaje termina por salirse.
Cuando eso pasa en las relaciones suceden dos cosas: la gente se une o se separa. A la unión la llamamos amor incondicional, a la separación, en cambio, mentira, engaño, decepción. ¿Pero no es también engaño el mostrarse más feo, más inseguro, más idiota, más infeliz, más incapaz? ¿No es también, después de todo, una mentira el mostrar sólo la cara negativa? ¿Por qué nos decepcionamos sólo cuando la mentira que vivimos es mejor que la realidad? ¿Por qué no nos decepcionamos cuando nos sorprenden con buenas actitudes, por qué no sentirnos engañados entonces? ¿Por qué, incluso, querer más a alguien por eso y llamarlo “humilde” cuando muestra una faceta más dura de la real?
“Comprendo que la mentira es engaño y la verdad no. Pero a mí me han engañado las dos” (Antonio Porcchia). Reformulo: lo peor de ser decepcionados no es haber vivido una mentira, sino reafirmar nuestra propia idiotez. Pero como dijo José Narosky : “Estoy contento de sentir, aunque suelo estar triste por sentir “.
Ser decepcionado implica un estado anterior de fe ciega en alguien: es imposible que algo o alguien te decepcione si uno antes no confió en el otro. Y ese estado de fe es, ciertamente, un estado también de esperanza. Esperanza de que haya alguien que actúe diferente, que entienda mi amistad, que no tenga más que buenas intenciones, esperanza de ser valorado, esperanza de ser amado. Por ende, el que es decepcionado no es más que un esperanzado, y prefiero ser una tonta con fe, porque el que desconfía no conoce. Dijo alguien que la desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo…
Bien, pero entonces no es tan zonzo el que tiene esperanza, es más bien un ser curioso que esta convencido de que en el Universo hay mucho por conocer, simplemente un enamorado de la vida que descree de sus experiencias y sus conocimientos y confía en que alguien, en algún lado, es diferente, sólo que aún no lo conoce. En definitiva, el que cree, no es un idiota, sino simplemente un soñador.
¿Qué tal? Me pareció muy bueno el texto, y me agrada que justamente haya encontrado en mi espacio una "casualidad". Me gustaría escribir algo (de hecho lo hice y lo borré) en mi blog, pero es tarde y tengo sueño. No obstante, le digo que... las idas y vueltas de su texto me parecieron muy buenas, y hasta da para hacer un cuadro sinóptico... je, y yo pondría dos columnas: ESPERANZADO Y MENTIROSO (por decirle así). Creo que el segundo, ya que lo definimos así, también es un esperanzado. Un esperanzado en realizarse a través de la mentira como punto de partida. Le mando un abrazo.
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