Ir al contenido principal

La ¿visión? artística o cómo hacer arte




Ningún arte es producido  por o gracias a la vista. Es, probablemente y sin embargo, la que consideramos nuestra herramienta más útil y la más utilizada. Todas mis imágenes provienen de la vista. Incluso aquellas que recuerdo o imagino, son porque fueron visibles en algún momento para mis ojos. Aún así, las imágenes que utilizo en el momento de la creación, nunca tienen que ver con la visión. Inconscientemente recurro a percepciones presentes y pasadas, al recuerdo de un olor, gusto o textura, al recuerdo de un sentimiento, al recuerdo de un pensamiento, a una energía actual, a la postura ante la vida en que me encuentro cuando me enfrento al lienzo en blanco. ¿Por qué entonces parece tan esencial este sentido y se conoce a veces como el único indispensable para la creación  visual? ¿Es, de hecho, tal creación, visual?
Hace poco tuve el honor de hablar con un exponente de la fotografía, un ídolo para mí, que casualmente, es ciego. Estoy hablando  del fotógrafo esloveno-francés Evgen Bavcar. Debo aclarar que siendo estudiante de fotografía y desde el momento que mi maestro me presentó las imágenes de Bavcar, mi “visión” fue envuelta en un sorprendente halo místico, donde me sentí, como me ocurre otras tantas veces, como una niña. Fue una maravilla saber, en primer lugar, que alguien tiene la fortaleza y capacidad de fotografiar aquello que no ve. En segundo lugar, fue mayor mi sorpresa al ver que estas imágenes poseían una estructura compositiva, un misterio ensordecedor, esa cualidad especial, ese “je ne sais quoi” que sólo lo tienen unas pocas obras de unos pocos genios. Las fotografías de Bavcar, descubrí en ese momento, me llegaron más adentro de lo que cualquier otro fotógrafo lo había hecho. Me recordaron una vez más, como mis otros dos grandes mentores Frida Kahlo y Vincent Van Gogh ya lo habían hecho, que nada es imposible.
Como una joven desprejuiciada y un tanto caradura decidí escribirle a ese artista un día en que descubrí su dirección de mail en internet.  No sabía si lo leería, incluso de ser así no sabía si entendería mis palabras (mi correo fue en español) y, además, estaba segura de que jamás recibiría una respuesta. Sin embargo, lo envié, casi como una reafirmación de lo que creo que es un artista, como con una complicidad con ese alguien que no conocía y creí que no iba a  conocer jamás pero que de alguna manera lo sentía cercano. Fue enorme mi sorpresa cuando al poco tiempo recibí su respuesta, muy atentamente, y mi fe en la gente y en la capacidad de comunicación del arte se reafirmó e incluso se amplió. Las respuestas se sucedieron, incluso cuando Bavcar me pidió la utilización del programa Skype que permite hablar gratuitamente por internet, o un número de teléfono fijo pues le resultaba más fácil comunicarse de esta manera. Yo no tenía Skype, tampoco sabía lo que era y de hecho ni siquiera tenía computadora pues mis mensajes eran enviados de una PC ajena. Con la sensación de que nuestros mensajes llegarían a su fin, le envié mi número de teléfono fijo.  Ese fue mi primer encuentro con Bavcar, la que entonces creí, nuestra última comunicación. Sentí que no había ser más dichoso y bendecido que yo, que por casualidad o destino, había mantenido un intercambio de palabras con aquel a quien admiraba profundamente.
Años después, no hace mucho, estudiando teatro conocí unas fotografías muy particulares de un fotógrafo llamado Jeff Wall que vaya a saber por qué me trajeron a la memoria mi encuentro virtual con Bavcar. Ya con computadora propia, pero aún si averiguar siquiera sobre el sistema Skype, decidí escribirle mi última carta. ¡Qué iba a saber yo! Sus respuestas fueron aún más cálidas que la primera vez y en un segundo mensaje me pidió por segunda vez comunicarnos telefónicamente, pedido al que accedí sin pensarlo. 
Recuerdo que hablaba con una amiga sobre la magnitud de este fotógrafo y lo maravilloso de sus mensajes y el hecho mismo de que éstos existan. Reíamos pensando en que el teléfono sonara y fuera él, soñando con lo impensable. Ninguna de nosotras creería que en ese mismo momento, desde Paris, Evgen Bavcar intentaba comunicarse conmigo.
Corté con mi amiga. Me dispuse en mi humilde cotidianeidad a limpiar mi casa cuando el sonido del teléfono me interrumpió. El identificador de llamadas me decía que el número era desconocido –llamada oculta- y mi corazón se aceleró.
-Hola – dije
- Buenos días, Evgen Bavcar habla
- …
-¿Si?  ¡Evgen Bavcar habla!
-¿¿¿Hola??? –había escuchado claramente su voz, pero no pude decir otra cosa

Ese fue el comienzo de nuestra “amistad” – me gustaría llamarlo así, algún día.

Gracias a Evgen conocí un mundo distinto donde gracias a las tinieblas por las que me hizo transcurrir, lo visual adquirió un carácter totalmente diferente al que antes conocía.
Siempre vi las imágenes de Bavcar con cierta nostalgia, con cierto amor maternal producido por la sensación de fragilidad que me provoca el que no ve, pero crea para los que sí lo hacen. Hoy mi visión a sus imágenes adquiere otra profundidad. Cuando contemplaba sus fotografías me invadía una tristeza profunda por su discapacidad y casi instantáneamente me compadecía de sus limitaciones … luego de conocerlo me compadecí de las mías.
Evgen me habló de su tercer ojo, de los griegos, de las estrellas y las mujeres a quien adora, de las ganas de tener un hijo, de la eternidad, hasta cantó algunas cancones para mí y me regaló un beso de sol y una luna eslovena. Me envió fotografías, me pidió información de las ballenas que amaba gracias a Moby Dick, pidió mi ayuda con el idioma español, leyó un viejo texto mío sobre él y me dio una cálida devolución, activo aún más mi amor al arte y me acercó (si es que alguna vez me alejé), a la plástica. Incluso tuvo la delicadeza y enorme humildad de el día de mi cumpleaños mandarme dos audios donde tocaba el feliz cumpleaños en piano y el acordeón, junto a una fotografía de él con una rosa que me enviaba “con el viento”.
A veces, una palabra, vale más que mil imágenes. Pensando en Bavcar pensé en mi, pensé en el arte visual, pensé de donde provienen mis imágenes para crear. Percibí cierta similitud entre un ciego y un niño, quien se maravilla por lo que lo rodea y a lo que lamentablemente,  con el tiempo, se acostumbra, rutina mediocre, a la que un ciego jamás llega. Me di cuenta que aquellos a los que vemos con lástima por sus discapacidades, son muchas veces, más capaces que los que poseemos nuestros sentidos “intactos”, pero muertos. La vida actual invadida de imágenes efímeras que se repiten y suceden rápidamente, mucho más rápido de lo que podemos ver para no aburrir nuestro “intelecto”, es la causa de nuestra ceguera mental, de nuestra sordera sensitiva. La visión puede ser algo maravilloso así como algo terriblemente ensordecedor si la empleamos incorrectamente.
Nuestra capacidad perceptiva se ve aturdida por la vorágine de nuestras vidas y ese afán por lo novedoso, sin darnos cuenta que lo novedoso no tiene que ver con lo nuevo per se, si no con el descubrimiento de nosotros mismos y nuestra percepción de las cosas. Recuerdo a Danto cuestionando el  fin del arte, del pensamiento absurdo de que ya está todo hecho, que no hay forma de innovar, de sorprender, porque en algún lugar del mundo, alguien ya lo hizo. Reafirmo pues la capacidad infinita que el ser humano tiene para crear. Pero esa infinitud no proviene del afuera, sino que se macera desde nuestro interior, y lo maravilloso de ello es que no existen dos personas iguales ni tampoco dos momentos iguales dentro de la misma persona, por ende, la cantidad de formas y momentos de creación multiplicados en cada artista, es inmensurable.
Pablo Picasso, como tantos otros artistas, admiraba la majestuosa inocencia de los niños y ha dicho alguna vez que le ha llevado varios años pintar como un Renacentista, pero en cambio toda una vida para hacerlo como un niño. Y es que esa capacidad hermosa de asombro del infante es algo que deberíamos luchar por mantener, disfrutando y absorbiendo cada momento, cada imagen, cada sonido, cada recuerdo. Las fotografías de Evgen  Bavcar provocaron en mí un amor incondicional hacia su obra, hacia el arte. Sus palabras, su vida, despertaron mi amor hacia la vida.
Yo lucho contra mi rutina. Lucho contra mis limitaciones. Lucho contra el apuro porque todo suceda “ya” y por la preocupación de lo que vendrá, por la velocidad del reloj, contra el sentimiento de que, mientras estoy haciendo algo, necesito planear lo que tendré que hacer después. Lucho por la creación sin censura ni comparaciones,  por reafirmar  mi arte (y mi persona) como único. Evgen me dijo alguna vez en respuesta a mi admiración por su memoria: “… debo recordar, porque las imágenes presentes son pasajeras, y lo que no recuerdo desaparece y es como si nunca hubiera existido…”.  Ese vivir el presente, el aquí y el ahora, y disfrutar de la unicidad de cada momento, es lo que luego se fijará en nuestras memorias, en nuestras imágenes, pues nadie recuerda lo que no vivió. Parafraseando a Milan Kundera “el primer ensayo para vivir es la vida misma”, frase que ¿casualmente? me hizo conocer mi amigo, Bavcar.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LIBERARSE DESATARSE LOS CORDONES Y LAS MANOS DE AQUELLOS QUE NOS SOSTIENEN LIBERARSE DE LO BUENO, ES, AUN MÁS DIFÍCIL SENTIRSE LIBRE DE NO TENER, DE NO DESEAR, DE ESTAR VACÍO DE VICIOS, SIN ADORNOS, VACÍO DE EJEMPLOS Y ENSEÑANZAS Y EXPERIENCIAS AJENAS, VACÍO DE AYUDA. HOY ES EL DÍA EN QUE ME LIBERO. Y TE SUELTO. Y TE DIGO GRACIAS, ME VOY. CAMINARÉ DESCALZA, ANHELARÉ TU AYUDA PERO INCLUSO CUANDO FLAQUEE Y TE LLAME A GRITOS Y LLORE SI NO ESTÁS, SI NO OYES. HOY TE SUELTO. AUNQUE ME DUELAN LOS PIES CON CADA PASO, AUNQUE MI GARGANTA NO REGALE VOZ, AUNQUE MI CABELLO ME CUBRA EL ROSTRO Y LAS MEJILLAS ME ARDAN DE VERGÜENZA, VERGÜENZA HECHA LÁGRIMAS, Y MIS OIDOS SORDOS TE BUSQUEN, HOY TE SUELTO. PORQUE ASI SOLA, ME HARÉ. Y AUNQUE TUS MARCAS SON PARTE DE MI, IGUAL QUE TU SANGRE, HOY DECIDO ESCRIBIR MI PROPIO DESTINO. VUELO LEJOS, TE AMO PERO ME VOY. HOY TE LIBERO.

...

"... Nunca pensé que podría ser tan miserablemente feliz ni imaginé cómo dolerían los huesos con esta historia de no saber quién quiero ser..."