SATORI, el despertar, el estado original.
La cultura Oriental busca las disciplinas o vías para llegar al satori (DO) a través de varias prácticas o discilplinas como el zazen, el tiro al arco, la ceremonia del té. Es importante para ellos llegar a este estado "puro", por llamarlo de alguna manera, pues creen fervientemente en la unidad cuerpo-espíritu. Los occidentales en cambio solemos dividir una cosa de la otra, y encargamos el cuerpo a la medicina científica y el espíritu a creencias religiosas, a un dios extraterrestre. Sin embargo, y en definitiva, el hombre moderno ya sea oriental u occidental busca lo mismo pues necesita lo mismo. PAZ.
La cultura Oriental tradicional esta arraigada a esta búsqueda constante y tiene, por así llamarlo, varios métodos para intentar lograrlo. Y no sólo se limita al momento preciso del zazen y la meditación, es una búsqueda constante arraigada en las prácticas cotidianas, en el día a día, es una búsqueda de 24 horas. Ahora bien, no es que la occidental no lo haga, pero lo que creo una enorme diferencia, los occidentales buscamos ayuda en cosas/situaciones/personas externas: un psicólogo, unas pastillas, la música, la lectura, incluso el dormir. La diferencia aquí es radical: mientras que en Oriente la búsqueda del estado puro se realiza a través de una postura, del silencio, de un estado de relajación y concentración muscular y de la respiración, en Occidente nos olvidamos de nuestro propio yo, de nuestro cuerpo, del templo que anida nuestra alma y espíritu, e intentamos encontrar razones que expliquen nuestro malestar : qué me ocurrió en la infancia, por qué no puedo dormir, cómo reducir mis actividades, como combinar mis horarios con una dieta balanceada. Es la búsqueda de soluciones en el afuera para una enfermedad de adentro.
Existen personas con cierta paz interior que tal vez portan genuinamente o que nunca perdieron, o que simplemente lograron llegar a ese estado por otros razones. Gente con una calma que con sólo estar cerca de ellas hacen sentir a uno en un refugio. Mi abuela materna, por ejemplo, es una de ellas. Siempre pensé que si una guerra se avecinaba no dudaría en refugiarme junto a ella, porque eso es lo que me transmite como ser, un refugio en sí mismo, la verdad y la fuerza, la fuerza de la verdad. Y es una verdad implícita, una verdad que se genera y se transmite con sólo contemplarla, casi por ósmosis. No es de esas personas con grandes discursos, no es una persona "educada" . Es una persona en PAZ, que logró obtener la paz a través del conocimiento real de la vida, de la vida y la muerte. Y cuando uno entiende realmente, desde los huesos, esta verdad, se reclina ante los hechos y simplemente vive el aquí y ahora, vive en un constante estado de zazen.
No es fácil lograr esto, muchas veces se logra incluso a través de experiencias terribles, favores o desgracias de la vida que irremediablemente nos enseñan a vivir, o a entender un poco más de qué va esto de vivir. Nuestra calidad de vida, nuestra verdadera inteligencia, se basa en poder lograr un estado de apertura, de alerta pacífica, de disposición física y psíquica para aprender de ello, pues la vida nos enseña constantemente, sólo que estamos tan ocupados en entender y hacer que nos olvidamos de mirar.
Mirar. Mirar con el alma, con los ojos, los oídos, con las manos, mirar realmente, no sólo durante la clase de yoga o en momentos de crisis, sino en toda nuestra existencia, porque de otra manera sería como intentar aprender la lección durante el examen habiendo faltado a todas las clases.
Comentarios
Publicar un comentario