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Raíz

Una fuerza incontrolable domina la tierra
se mueven las placas
el humus nunca fue tan negro
Grande, inmenso el cielo
gris violento, un poco violáceo
Se siente el olor a lluvia
La Tierra va a hablar

Los cuatro soles giran alrededor tuyo
y su cabeza entre las nubes
gritan fuego
entre llantos las chispas comienzan a caer
no hay nada qué hacer
La tierra habla

Los árboles se mantienen fuertes
las raíces se despegan de la tierra
despertándose
no temen, saben de qué se trata
Los pájaros entienden que es hora de volar
y en círculos concéntricos giran desplegando sus alas más que nunca
mientras se escuchan los primeros truenos
La tierra habla

Las hojas viejas vuelan
porque terminó su hora
No hay melancolía en ellas
conocen su tiempo, es la hora
Brotan los capullos con una rapidez asombrosa
El suelo verde oscuro, verde musgo
invadido
La tierra habla

Y él ahí tan quieto
impávido
callando sonidos
buscando el silencio sordo que tapa
el sonido ausente
esquivando su tiempo
y su lugar
mientras la tierra
                         habla


                       

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Perdón

Te pido perdón, es mi culpa. Es mi culpa olvidar peinarme no mirarme más al espejo Es mi culpa no aprobarme, no besarme más Dejar de cantar al bañarme apurada por hacer cosas que a nadie le importan y con el espejo empañado y el pelo revuelto ponerme la ropa húmeda ¿qué más da? Perdón, es mi culpa permitirte olvidarme, dejar mi ego cubrirse de polvo junto a mis pinceles y mis sueños Soy culpable por creer que me recordarías siempre o cuidarías cuando yo no lo hiciera Me culpo una y mil veces por aceptar que mis ganas pueden esperar, que la hija de mis padres no era tan importante como ellos creían, postrada a tu merced Olvide que soy reina, única Olvidé que nadie debería descubrirme, que yo ya existía desde mucho antes, que valía aunque no me vieras, que valía aunque todo Olvidé. Me olvidé. Te pido perdón por culparte amor, es mi culpa aferrarme a lo ajeno, cortar mis alas, pensar que el tiempo sería eterno para nosotros.

No puedo

No puedo obligarte, no puedo. No puedo obligarte a que me pienses cuando llega el otoño y el color tibio de las hojas te ponga melancólico y extrañes mis mates. No puedo obligarte a que me recuerdes en cada risa, en cada llanto, en cada copa, en cada abrazo. No puedo obligarte a que escuches esa canción que bailamos juntos y me imagines en un tiempo y espacio donde soy absolutamente genial. No hay manera, de obligarte a que te importe mi opinión o mi tiempo. No puedo obligarte a hacerme importante, fuerte, inteligente, capaz. Me resulta imposible hacerte creer en mis talentos, si es que tengo. No puedo, no soy quién, para decidir cuándo sentir que soy imprescindible. No puedo forzarte a elegirme, ni  a afirmar con intensidad que nadie podrá jamás igualarme aún sabiéndome vulnerable. Y al cabo de todo este enorme asunto solo sé, tengo la única absoluta y desdichada certeza de que no puedo ser quien no soy: una persona más que intenta, pero...

...

"... Nunca pensé que podría ser tan miserablemente feliz ni imaginé cómo dolerían los huesos con esta historia de no saber quién quiero ser..."