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Salando heridas


Quietita quieta, viendo los golpes pasar
la vida se pone dura, así aprendí a volar
de cómo me hice fuerte les puedo algo contar
de cómo todos mis sueños se fueron a derrumbar
de cómo mis amistades no fueron todas verdad
de cómo mis ilusiones fueron ilusas a resultar.
Creciendo con moretones, cayendo para levantar
las partecitas de mi columna
cicatrizada se fue a quedar
y poco a poco me fui formando,
salando heridas, besando sal,
porque en la vida solo sangrando
te haces fuerte y así la muerte
un día más sabia te encontrará.

Fue con tus besos te lo aseguro
que de a poquito aprendí a amar
y con los dedos llenos de óleo
en mí nacía la santidad
de un nuevo amor,
de un nuevo Dios,
de pensamientos de libertad
porque aprendiendo también se crece
se crean verdades, seguridad.
Y ya amada y el cuerpo sano,
con la cabeza en otro lugar,
fue que en la vida otra sorpresa
me encontraría para enfrentar.
Nunca creí que en pocos años
tantas historias iba a contar;
que tanto esfuerzo y tantos llantos
se cruzarían en mi andar.

¡Cómo te extraño querido abuelo!
Y quién diría que a esta edad
te encontraría tan cerca mío
me encontrarías en tu lugar
Aún recuerdo esa mirada
vaga, perdida,
triste final
Aún recuerdo como estiraste
tus viejas manos sin vacilar
buscando ayuda, y la encontraste
y yo en tí a alguien más.
Hoy agradezco por lo vivido
a mi Diosito que arriba está
que me ha cuidado el pobrecito
28 años y un poco más;
pues cada risa, cada consuelo,
las lagrimitas chorreando sal
fue bendición para mi vida
sueños vueltos realidad

Hoy esa niña que un día soñaba
con tantas cosas y con viajar
dice segura y con voz firme
mujer formada y sin dudar
que no hay lugar, que no hay espacio
en esta tierra u otra más
donde quisiera vivir mis días
donde mis días terminarán


.


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